Παρασκευή 14 Νοεμβρίου 2008

El diferente enfoque de los historiadores en cuanto a la historia de los Caballeros Templarios

(Συνεργασία της Ειρήνης Παρασκευά)

Entrando a la Iglesia de San Bevignate en Perugia y mirando hacia el luneto del ábside vamos a distinguir, pintadas en su punto más alto, nueve estrellas alrededor de tres cruces. En esta imagen vamos a reconocer, sin mucha dificultad, la representación simbólica de la génesis de la legendaria milicia del Temple. Las nueve estrellas del luneto de esta importante iglesia Templaria italiana, nos cuentan la historia de Hugo de Payens, de Godofredo de Saint-Omer y de sus siete compañeros, que fundaron la orden más polémica del todo el Medioevo, la Orden de los Caballeros Templarios o Los pobres Caballeros de Cristo; eran príncipes y feudales que se adhirieron renunciando sus fortunas, castillos y bienes para salvar su alma.

Huyens (Hugo) de Payens

Los primeros miembros de la Orden eran ex-cruzados, que impulsados por su fervor religioso respondieron con entusiasmo, como miles de personas, al grito de Deus vult (Dios lo quiere) clamado por el Papa Urbano II. En el Concilio de Clermont (1095) el Papa otorga indulgencia plenaria y llama a todo el mundo occidental cristiano a luchar por el rescate de los Santos Lugares. La recuperación del Santo Sepulcro, y la salvación de los hermanos acosados y perseguidos por los turcos en la Tierra Santa, obsesionan al hombre medieval del siglo XI, que ya cansado de su temor escatológico del fin del mundo busca la remisión de sus pecados. Por supuesto, las razones que conducieron a la primera cruzada no eran solamente religiosas. Factores políticos, económicos y sociales impulsaron a la iniciación de esta campaña; el peregrinaje a la Tierra Santa desde el siglo IV, la crisis económica y agraria, la pasión caballeresca por la aventura, el aumento de la población, la institución del mayorazgo. Así pues, empieza una aventura de casi doscientos años de luchas crueles, tremendas y sangrientes para que la Cruz prevaleciera sobre la Media Luna.

En este cuadro sociopolítico y religioso, con las cruzadas lanzadas en el Este y con la Península Ibérica metida en su particular cruzada contra los moros (casi desde el año 710), una nueva noción nace en el mundo caballeresco. En el espíritu ahidalgado aparece por primera vez el “guerrero que consagra sus armas a la defensa del débil o de la Iglesia”.

‘Non nobis, Domine, non nobis, sed tuo nomini da glorium.’ Este histórico lema de los Templarios sumariza en pocas palabras el ideal y el proposito de la existencia de la Orden, que era caracterizada por una combinación de religiosidad y valentía. Los caballeros Templarios eran monjes guerreros y la Orden de los pobres Camballeros del Cristo la primera orden religioso-militar en la Historia. En la época de su fundación, la ‘santa violencia’, proclamada por Urbano II, llega a su apogeo de modo que el cuadro socio-político formado por la primera cruzada, explique el éxito y la popularidad de una cosa tan rara como la fusión, en una orden, de la vida monástica y de la vida bélica. Bajo estas circunstancias, aparecen por primera vez las órdenes de carácter religioso-militar. Jacobo de Vitry hablando de los caballeros Templarios nos describe de manera muy representativa esta mezcla contradictoria y ‘anómala’: “a su vez leones de guerra y corderos del hogar; rudos caballeros en campo de batalla; monjes piedosos en la capilla; temibles para los enemigos del Cristo; la suavidad misma para los amigos.” Desde su fundación hasta su disolución trágica en el siglo XIV, la vida de la Orden está llena de contrastes. El mundo de la Orden se debate continuamente entre dos ideologías, entre dos estilos de vida, exactamente de la misma manera que sus espléndidos castillos eran a la vez monasterios y cuarteles.

El castillo templario de Ponferrada

La santificación del propósito de la existencia de las órdenes religioso-militares y de esta fusión rara viene de la boca del clérigo más importante de su época, de una persona influyente y gravitante, San Bernardo de Claraval. San Bernando, aunque escribe su Liber ad milites templi: De laude novae militae, una obra elogio para los Caballeros Templarios, muchos años después del Concilio de Clermont, casi en el año 1128, elabora de una manera fina y elocuente el grito bélico de ‘Dios lo quiere’. En su De laude vemos claramente el doble carácter de la función de la Orden; este dualismo entre lo espiritual y lo temporal, esta guerra doble de la carne y de la sangre contra las fuerzas invisibles del Mal. Es una obra verdadera apología de una guerra Santa, de una verdadera Yihad cristiana. Tenemos la plena justificación de la ‘santa violencia’. Si el monje guerrero mata a un pecador infiel no es un asesino sino un matador del Mal, un soldado del Cristo.

San Bernardo de Claraval

Un tipo nuevo de caballería nació, sin embargo, el hombre medieval no aceptó fácilmente, en su conciencia, la idea que un monje manchase sus manos con sangre por muy justa que fuese la razón. Pero San Bernardo tomando con entusiasmo la causa de los Templarios, con su apoyo espiritual y práctico, lanzó la Orden hacia su apogeo. No obstante, no tenemos que olvidar el cuadro socio-político de la época y las circunstancias que se crearon. La formación de la Orden surgió de la necesidad de escoltar y proteger los indefensos y vulnerables peregrinos que atravesaban las lejanas y hostiles zonas de Palestina y tenían que afrontar desde soldados musulmanes y bandidos hasta fieras. El dominio cristiano de los Santos Lugares resultó precario y el Reino Latino de Jerusalén se vió pronto inseguro, inestable e indefenso. Su propia capital, Jerusalén, era aislada y estaba en continuo peligro de invasión rodeada por los vecinos musulmanes. Bajo estas circunstancias, Hugo de Payens y sus compañeros pronunciaron los tres votos perpétuos religiosos de castidad, obediencia y pobreza ante el Patriarca latino de Jerusalén y asumieron la responsabilidad de la defensa de los Santos Lugares. El rey Balduino II aceptó sus servicios y les albergó en un sitio dentro de su palacio real que se llamaba ‘Templum Salomonis’ (en la explanada de las Mezquitas de la Roca y de Al Aqsa) de allí los ‘milites Cristi’ se convirtieron en los pobres caballeros del Temple. Es el momento de la fundación de la Orden Templaria que fue una de las órdenes religioso-militares más influyentes y poderosos del Medioevo.

Balduino II de Jerusalén cede el Templo de Salomón a Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Omer

Según cuenta Guillermo de Tyre, en el año 1118, unos nobles caballeros, devotos, piedosos y con miedo de Dios, pronunciaron los tres votos en presencia del Patriarca de Jerusalén, y los dos más importantes eran Hugo de Payens de Champaña y Godofredo de Saint-Omer de Picardy. Desde la época de “las nueve estrellas alrededor de las tres cruces” del luneto hasta la orden acusada de herejía, perseguida por la inquisición y abolida por bula papal, hay un intervalo de 187 años; durante casi dos siglos se forja la leyanda templaria. Una leyenda donde el mito y el hecho histórico se mezclan y los monjes guerreros se convierten en guardianes del Santo Grial. Donde una orden religioso-militar defensora de los Santos Lugares se convierte en campo de sincretismo religioso que une el esoterismo con el sufismo, el gnosticismo con la alquimía, el hermetismo con el mito del Santo Grial. Para la investigación histórica, las creaciones de la imaginación de la mente humana y las auténticas pruebas históricas las separa un abismo. La historia de los Caballeros Templarios es un ejemplo llamativo. Es un campo de debate entre investigadores, teorías y hechos históricos donde la evaluación de las fuentes bibliográficas es un trabajo realmente difícil.

Si el fin de los Templarios se ve rodeado de secretismo, misterios y enigmas, la historia de sus primeros años está llena de inexactitudes y vacios en las informaciones dadas por las fuentes de la época. El problema que se va a ver desde la primera lectura de las fuentes, son las diferentes fechas de fundación de la Orden. Y para que sea más evidente nuestro argumento, vamos a separar los historiadores que se ocupan del tema de los Cabelleros Templarios en dos categorías. En la primera, pertenecen la mayoría de los investigadores que indican el año 1118 o 1119 como fecha posible de la formación oficial. En las obras de investigación de estos autores se ve claramente la influencia de Guillermo de Tyre. Es en su crónica que aparecen por primera vez los Templarios. Guillermo, arzobispo de Tyre, escribió su crónica casi cinquenta años después de la época de la formación de la Orden, y por consiguiente, todo lo que escribe lo sabe de segunda o tercera mano o por tradición oral; por esa razón los investigadores son pensativos algunas veces en cuanto a la exactitud de sus informaciones. Por esta razón, en esta primera categoría pondremos, también, a Malcolm Barber que cita la cronología dada por Guillermo de Tyre, a pesar de que con un estudio detallado y bien argumentado defiende el año 1120. Por último, en esta misma trinchera, están los que prefieren evitar la cronología de la fundación y poner directamente la del reconocimiento papal en el Concilio de Troyes (1128). Por el otro lado, mencionaremos el caso de los investigadores que defienden el 1111 como el año correcto de la formación. En esta segunda categoría pertenecen los que podríamos llamar ‘los teóricos de la conspiración’.

La pregunta lógica que surge es: ¿es de tanta importancia la cronología exacta de la fundación de la Orden? ¿Por qué mencionamos todos esos casos, si todos los investigadores están de acuerdo en el hecho histórico de la fundación de la Orden, entre los años 1111 y 1118? ¿Qué cambia con unos años antes o después? Practicamente, diríamos que nada, y en este punto, tiene razón James Wasserman cuando dice que indepedientemente del año exacto, lo más importante es el hecho mismo de la fundación de los Templarios, sobre todo, en aquel momento histórico y crucial para la sobrevivencia del cristianismo en los Santos Lugares. Pero si miramos un poco más detenidamente las fuentes, entenderemos que no se trata simplemente de un desacuerdo científico, sino de una completamente diferente manera de enfocar el tema de la Orden Templaria.

Por una parte, hay los que ven a los Templarios rodeados de misterios, secretos y conspiraciones. Según ellos, la defensa de los peregrinos no era nada más que una “tapadera” de su verdadera misión. Se trataba de la busqueda de objetos ocultos de la cristiandad con el fin de rescatarlos y trasladarlos a tierras europeas. Era entonces, la búsqueda de las eternas reliquias cristianas y su descubrimiento lo que anhelaba el alma de estos caballeros; el Arca de la Alianza, el Santo Grial y los secretos de los manuscritos del Mar Muerto. No son pocos los que ven en las construcciones octogonales templarias la simbología cabalística del ocho o medidas arquitectónicas sagradas, halladas en los manuscritos ocultos de Qumrán. La Iglesia de Santa Maria de Eunate en Navarra es un excelente ejemplo de esta forma arquitectónica templaria.

La iglesia de Santa María de Eunate

Los partidarios de este enfoque lleno de misticismo consideran, también, sospechoso el silencio de Fulcher de Chartres, cronista contemporáneo de los primeros Templarios. La explicación que dan es simple. Fulcher de Chartres oculta, a proposito, la existencia y las actividades de la Orden en aquella época. Y eso pasa o porque la Orden no cumplía su supuesta misión de defender los peregrinos o porque tenían otra misión y se sintieron obligados en encriptarse. Solamente la cifra que cuenta la leyenda de los nueve primeros miembros fundadores, demuestra la imposibilidad del cumplimiento de la misión defensora. Que fuesen nueve o treinta, como cuenta Miguel el Siríaco, los primeros Templarios seguramente eran muy pocos para afrontar las enormes fuerzas musulmanes en todo el territorio palestino. Por eso, la fecha, y en este caso el año 1111, es un argumento muy fuerte para que se base la teoría de una ocultación intencional. Si el cronista oficial del corte y capellano del rey no menciona de ningún modo en su obra sus contemporáneos pioneros, los primeros monjes guerreros de la historia medieval, esta omisión es algo más que una simple sospecha. Es la prueba evidente de una conspiración bien organizada. Otra cosa más que refuerza el argumento de la existencia de un complot templario, es la residencia que se les ofreció por el rey Balduino II en el ‘Templum Salomonis’. La leyenda cuenta que en los subterráneos del Templo de Salomón estaban escondidos secretos ancestrales ocultos durante siglos. ¿Por qué no pensar entonces, que no se trata de una simple coincidencia, sino de la misión verdadera de los Templarios? Que no era otra, que excavar por debajo del Templo y descubrir los tesoros anhelados durante siglos. Los partidarios del enfoque sobrenatural de la misión templaria, los ‘teóricos de la conspiración’, creen que es exactamente al descubrimiento y a la adquisición de estos conocimientos ancestrales místicos que se debe el indiscutiblemente enorme poder de la Orden en el curso de su historia.

La cúpula de la iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Río

Y volvemos ahora a la primera categoría, a los investigadores que dejan a lo lado la implicación mística en la misión de los Templarios y enfocan su análisis a la coyuntura político-religiosa del medioevo. Para ellos no existen nada más que hechos históricos y factores económicos, socio-políticos y religiosos que causan o mejor impulsan la formación de este tipo de instituciones. Sus estudios se basan en investigaciones estrictamente históricas que son cientificamente argumentadas. Según su punto de vista, no existe ningún tipo de conspiración en el hecho de que Fulcher de Chartres no menciona en su crónica a los Templarios. Barber dice de manera característica que ninguno de sus contemporáneos pensó que fuesen tan significativos para referirse a ellos o a su obra. No obstante, los Templarios, al principio, aún no tenían hábito o regla distintivos. Adoptaron el hábito blanco de los Cistercienses agregándole una cruz roja de ocho puntas, pero muchos años después de su fundación. Así pues, en sus primeros años los Templarios no eran nada más que nueve o treinte “buenos caballeros piedosos”que por su fervor religioso se pusieron al servicio del rey y se proclamaron defensores de la fe y de los peregrinos. Eran pobres, vivían de las donaciones de los vecinos en un sitio ofrecido por el rey y no muy de lujo como parece. Además, a pesar del apoyo indiscutible del rey y del patriarca la Orden no consiguió reclutar muchos miembros hasta el tiempo de su reconocimiento formal por el Papa en el Concilio de Troyes (1128). Dados todos estos argumentos, y si intentamos ver a los primeros Templarios a través de los ojos de sus contemporáneos, entenderemos porque Fulcher de Chartres un “honesto y perspicaz cronista” no considera significativo referirse a ellos. Eran simplemente, una pequeña milicia de voluntarios valientes, tampoco eran un ejército de cientos de caballeros equipados. Al contrario, en la época de Guillermo de Tyre, la Orden Templaria ya estaba reconocida desde el 1128, y poseaba un inmenso patrimonio en casi todo el territorio europeo, aparte de su poder en el Oriente. Los Templarios de la época de Guillermo disfrutaban un estimo y un respeto profundo en casi todos los cortes europeos. Su fama había llegado hasta Escocia desde la época que Hugo de Payens recorría Europa para buscar apoyo y reclutar miembros. Entonces, está claro porque es lógico encontrar a los Templarios en la crónica de Guillermo de Tyre y no en la de Fulcher de Chartres. Ahora en cuanto al caracter místico y secreto de su misión, sólo el cuadro socio-político de la época y las circunstancias formaron un perfecto terreno abonado para la creación de la Orden. El ataque sarraceno contra setecientos peregrinos, en la zona montañosa de Judea, la Pascua de 1119 y su resultado trágico chocó y desesperó Jerusalén, demostrando la vulnerabilidad y la impotencia del dominio latino. Los problemas de la defensa, más otros que tenían que ver con la administración interna del Reino Latino señalaron la creación de una milicia permanente y siempre dispuesta a sacrificarse para proteger la Tierra Santa. Y para concluir, en sus casi dos siglos de vida, la Orden se demostró muy activa en el sector económico. No les han llamado, en vano, los primeros ‘banqueros de Europa’. Es verdad que los Templarios, de pobres Caballeros del Cristo se convirtieron en grandes terratenientes muy poderosos y ricos. No es ninguna exageración, si decimos que fueron aquellos ‘primeros banqueros’ que pusieron las bases del sistema bancario moderno. De todas maneras, sus actividades económicas están registradas, así que no es necesario buscar el secreto de su riqueza en la alquimía o en los secretos místicos, es suficiente mirar a los archivos guardados.

Mapa de Jerusalén

Con nuestro pequeño análisis, hemos intentado demostrar que una simple diferencia en una cronología algunas veces puede esconder algo más que un desacuerdo científico de investigadores. Hemos visto que la diferencia de las cronologías representa dos tendencias diferentes, dos completamente opuestos puntos de vista de la historia templaria. La mirada de los que defienden el año 1111 está impregnada de un velo de misticismo y de la creencia en el esoterismo y en el secretismo de la Orden Templaria. Son los que en el hermetismo de la regla templaria encuentran las fuentes doctrinales de las logias masónicas. Para ellos cada rincón de la historia templaria esconde una conspiración y una traición. Al otro lado están los que con un trabajo serio de investigación basada en documentos auténticos, buscan la verdad histórica. Son los investigadores que utililizan de manera pensativa, por supuesto, las crónicas medievales pero no encuentran ningún tipo de complot en sus deficiencias o imprecisiones. Porque en la investigación histórica, la falta de datos no significa necesariamente prueba o señal de algo. Lo que nos cuentan ellos, a lo mejor, es menos fascinante pero seguramente está más cerca a los hechos reales. La apasionada búsqueda de la verdad para la Orden Templaria sigue teniendo una gran vigencia, hasta nuestros días. ¿Qué eran los Caballeros Templarios? ¿Guerreros, monjes, ‘banqueros’ o guardianes de un secreto grande y peligroso que, al final, causó su caída trágica? Seguramente no hay respuesta ‘correcta’. Depende de nosotros qué mundo vamos a elegir ¿de la leyenda o de la historia?

2 σχόλια:

ΠΑΝΑΓΙΩΤΗΣ ΚΟΝΙΔΑΡΗΣ είπε...

Τώρα τι να σου κάνω που δεν το μιλάω το άτιμο. Να βάλω τη γυναίκα μου να μεταφράζει; Και οι Ναϊτες είναι από τα θέματα της ειδικότητάς μου...

Ηλίας Οικονομόπουλος είπε...

Παναγιώτη τι να πω; Από εμένα οι Ναϊτες κρατούν επτασφράγιστα τα μυστικά τους και αν ποτέ έχεις χρόνο θα ήταν καλοδεχούμενη μια συνεισφορά στο θέμα.
Ελπίζω να μας διαβάζει κι η γυναίκα σου ανεξάρτητα από τον μπελά στον οποίο τη βάλαμε. :-)
Δεν θα είναι πάντα στα Ισπανικά.